Se puede definir el discurso como “toda sucesión de palabras, extensas o cortas, que sirva para expresar lo que discurrimos, debe ser adecuado, es decir, ordenado, acomodado y proporcionado para lo que se quiere, perfecto para el caso”.
Esta definición sugiere que el comunicador sabe lo que quiere con su discurso, y lo organiza para lograr ese objetivo.
Todo discurso posee tres partes fundamentales: la introducción, el desarrollo y la conclusión. A su vez, la introducción tiene cuatro funciones: captar la atención del público, establecer una relación positiva con el público, justificar el tema y anunciar al público la información que recibirá.
El primer paso para la planeación del discurso es decidir el objetivo de éste. Cuando el orador quiere hablar en público necesita saber la razón por la cual quiere hacerlo. También debe saber qué es lo que quiere obtener del público. De esta forma podrá optimizar sus esfuerzos en la preparación del mensaje, para que de esta forma cada argumento, imagen y palabra contribuyan para lograr su objetivo.
Cuando una persona se comunica en público lo hace principalmente para informar o estar informado, para persuadir o estar persuadido. Un discurso informativo podría ser muy entretenido y persuasivo, aunque estos elementos no fueran objetivos del orador, un discurso de entretenimiento podría informar y persuadir, y un discurso persuasivo también podría entretener e informar.
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